Frente a frente, sus siluetas se diluían.
Atormentada, en cada atardecer había una despedida.
Y con el recuerdo de un volveré enloqueció.
Y con la promesa de su espera envejeció.
Siempre hablaba con las olas mientras jugaban entre sus pies. Sabía que iban y venían para traerlo a su orilla.
Pero pasó tanto el tiempo que todo dejó de pasar.
Naufragó aquel barquito de papel, náufrago de palabras eternas.
LBS
11.06.14
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